El auge de los emprendedores con foco en la sustentabilidad
Si bien buscan un beneficio económico, el core de estos proyectos es “vender la oportunidad de hacer un mundo mejor”, según ellos mismos cuentan. Repaso por algunas de las iniciativas más avanzadas.
Reducir, reutilizar, reciclar. El pilar de los emprendedores que desarrollan modelos económicamente sostenibles y socialmente responsables. Los enfoques son diversos: desarrollo industrial, manufacturas, tecnología, servicios y outsourcing. Roi Benitez (26) fundó La Costurera, un marketplace para la producción textil ética sostenible. Lo hizo junto a su madre, quien perdió la audición a los 25, después de trabajar 10 años en un taller con falta de regulación. “Buscamos ser un puente entre la demanda de confecciones y las cooperativas textiles”, cuenta la entrepreneur, quien trabaja con tres talleres y más de 50 personas.
En la industria textil, el 80 por ciento de la producción es en talleres informales. La Costurera cobra una comisión por la gestión de producto y reinvierte sus ganancias. Apadrinada por la aceleradora de empresas sociales Njambre y con certificación de Empresa B, aspira a cerrar el año con $ 500.000 facturados. Trabaja en una línea propia de diseño, junto a la Fundación Flexer y a una escuela de Tigre (Buenos Aires).
Raúl Lucero (54) también focalizó su accionar en el impacto social. Hace 25 años, creó la Asociación Civil Andar, que trabaja en Moreno (Buenos Aires) para mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad. Profesor de Educación Física y fellow de Ashoka desde 2006, empezó como una colonia y sumó servicios.
En 2001, inició negocios sociales inclusivos. Creó una panadería, en la que trabajan 35 jóvenes con discapacidad (a quienes se suman 10 empleados) y un local de atención al público. Desde 2006, provee al Consejo Escolar del distrito. Llega a 80 escuelas y a más de 20.000 chicos. También, ofrece un servicio de catering, Delicias, que da trabajo a 20 jóvenes. “Con los recursos, sostiene la organización y, al mismo tiempo, los jóvenes generan un ingreso”, cuenta Martín Lucero (26), quien trabaja con su padre.
Otros emprendedores basan su negocio en la reutilización de desechos. Marcos Mafia (24) practica kitesurfing profesional y tiene sponsors como Reef, Liquid Force y Thermoskin. Su problema era qué hacer con las velas. “Nunca me pareció lógico tirarlas y las acumulé en mi casa”, cuenta. Invirtió $ 40.000 y lanzó, con su hermana, María Paz (28), Mafia Bags.
El entrepreneur estima que, en la Argentina, hay 40.000 embarcaciones, que cambian sus velas cada dos años. En tanto, 8000 personas practican kitesurfing y se venden 1500 equipos por año. En promedio, recibe 20 velas por mes. En alianza con Avanzar y una incubadora de proyectos sociales, fabrica, en Villa Soldati, billeteras, mochilas, bolsos y carteras que, con precios de $ 80 a $ 400, comercializa en tiendas de deporte y diseño. “Estamos cerrando acuerdos con Brasil e Italia”, destaca. Está en proceso de certificación como Empresa B. Hace 400 productos al mes y aspira a llegar a 1000 antes de fin de año. Proyecta facturar $ 400.000. “En 2014, llevaremos la producción a San Francisco, California, una de las ciudades con mayor cantidad de veleros deportivos”, adelanta.
En Jujuy, el Hostal Posta de Purmamarca recicla el 75 por ciento de sus residuos. “No hace falta un gran presupuesto para realizar RSE”, sostiene Lucy Vilte (38), gerente y propietaria. Su cocina solar, ejemplifica, costó $ 1000 y su techo “verde” (cubierto con plástico, tetra-briks, arena y piedra) no supera los $ 100. La jujeña, quien estudió en Alemania y trabajó en Volkswagen, se hizo cargo de la empresa familiar en 2005.
Chilena, radicada en Mendoza, Ivonne Hurtado (33) creó Más Ambiente, que recolecta el aceite doméstico usado y lo transforma en jabón de baño. La entrepreneur invirtió US$ 150.000 y certificó como B Corp en 2012. Articuló una red de generadores (gastronómicos que juntan el aceite), productoras, educación ambiental (brinda talleres en escuelas) y de venta directa, a través de 14 resellers.
El jabón de 80 gramos vale $ 14: $ 2 quedan para la empresa, $ 5 se dividen entre la productora y vendedora, y el resto es impuestos y destinado a los talleres y reciclaje. También, vende a hoteles, segmento en el que ya superó las 140.000 unidades. El impacto del aceite en el medio ambiente es similar al de un derrame de petróleo. Cuando llega al agua, no se disuelve y no deja pasar luz ni oxígeno. Se estima que cada litro de aceite contamina 1000 de agua. Y, cuando entra en contacto con la tierra, la impermeabiliza.
En Buenos Aires, Miuki Barriga (27), oriunda de Perú, articuló un negocio similar: Reciclando Aceite. Recibe 150 litros mensuales en 17 centros de acopio. “Con 1,2 litro, fabrico 14 pastillas de 100 gramos de jabón. Se venden a $ 15 en mercados orgánicos”, cuenta. Por mes, produce 30 kilos. Los residuos que quedan en la calle también requieren una solución.
Desde el Centro Metropolitano de Diseño, en Barracas, Not Off se define como un estudio de diseño sustentable. “Usamos, como materia prima, lo que, para otros, es basura”, explica Natalia Notthoff, fundadora con su hermana, Juliana. “El foco es hacer con lo que otros tiran. Transformar lo viejo contaminante y sin valor en un objeto nuevo, funcional y atractivo”, cuenta. Ganaron el Concurso IncuBA IX.
Richard Lanza, junto a tres socios, arrancó, hace dos años, con un proyecto de reciclado de caucho. Se estima que, en la Argentina, se generan 100.000 toneladas anuales de neumáticos fuera de uso. “El 70 por ciento es material reutilizable para la elaboración de otros productos”, cuenta Lanza, creador de Ecocaucho. La planta, en Córdoba, entrará en funcionamiento en 2014 y demandó 3 millones de euros. En una primera etapa, podrá procesar el 10 por ciento de los descartes. Según sus cálculos, el precio del caucho reciclado ronda los US$ 290 (FOB) por tonelada. “Es posible obtener un 7 por ciento de participación al inicio del proyecto, con una facturación de US$ 1,3 millón anual”, cuantifica. Junto con la Universidad Nacional de Córdoba, trabaja para delinear la fabricación de productos terminados, como materia prima para pavimentos o ladrillos.
Habiendo conocido el producto en Europa, Clarisa Perullini (35) y Luciana Comes (37) desarrollaron, durante más de dos años, MaggaCup, un sistema que reemplaza el método tradicional de cuidado femenino. Sólo en la ciudad de Buenos Aires, se generan 3500 toneladas de descartes de higiene femenina. De ahorros, y por haber sido ganadores como la empresa con mayor impacto ecológico en el Bid Challenge, invirtieron $ 500.000 en 2011, cuando comenzaron el desarrollo para la fabricación local, con materia prima alemana. Su planta tiene capacidad para 500 unidades al día. El producto, recientemente lanzado, vale $ 250 y proyectan recuperar la inversión en un año. “Queremos llegar a toda América latina”, aseguran.
Con US$ 25.000 iniciales, Guillermo Zatti fundó Biogreen en 1994. Es una empresa de venta directa, que comercializa perfumes, difusores de ambientes y productos para el hogar ecoamigables, entre otros. “Son 100 por ciento biodegradables”, cuenta Federico Torres, director Nacional de Ventas. Con 20.000 revendedores, está en la etapa final de ampliación de la planta. “En 2012, el negocio creció 67 por ciento. Este año, superamos el 60 por ciento”, informa el ejecutivo.
Para Alexis Atem, investigador de la Universidad Nacional de Cuyo, la clave es llevar los avances académicos a la realidad. Junto a Sebastián Pérez y Leonardo Scollo, fundó Energe, en 2007. La firma ofrece soluciones de energía térmica para calentar agua, a través de energía solar.
“Los clientes compran la posibilidad de hacer un mundo mejor”, define Atem. En Mendoza, fabrica 50 productos por mes. El valor para un equipo doméstico híbrido ronda los $ 11.000. Con una inversión inicial de US$ 80.000, sus ventas se multiplican por ocho, año a año. “El 80 por ciento de la energía es de combustible fósil o nuclear. Queremos hacer más verde la matriz”, explica el ingeniero industrial.
En la misma línea, Tayavek Reynoso (25) y Federico Pérez (27) –ambos, ingenieros mecánicos– llevan adelante la pata productiva de STS Rosario, una organización que desarrolla proyectos sustentables. Crearon un prototipo de un concentrador solar para calentar, cocinar o calefaccionar en localidades del Norte argentino. “Hay escuelas rurales que podrían necesitarlo porque no hay leña ni acceso a la red de gas”, destaca Perez, quien, previamente, trabajó en un proyecto de calefones solares. La idea es que el precio del producto no supere los $ 10.000. “En un año, empezaremos la producción en serie”, explica Reynoso.
En la Argentina, el 70 por ciento del territorio está sometido a condiciones de aridez y semiaridez. Claudio Lijalad y sus socios crearon, en 2012, Groatec, cuya empresa madre, Groasis-Aquapro, es un desarrollo holandés. Creó el Sistema Groasis Waterboxx, diseñado para plantar cualquier especie arbórea y hortalizas en zonas áridas y semiáridas sin recurrir al riego artificial. “Garantiza el 90 por ciento de supervivencia y es reutilizable hasta 10 veces”, cuenta.
Según el Ministerio de Agricultura, el país tiene potencial de riego para cubrir 16 millones de hectáreas. Poner esa superficie en regadío implicaría inversiones de $ 40.000 millones y, en sólo 20 años, se consumirían no menos de 5000 kilómetros cúbicos de agua potable. En servicios, la sustentabilidad tuvo su desembarco.
A través de B-Green, Sebastián Sajoux ofrece soluciones a medida en medio ambiente para empresas. Con $ 25.000 de inversión inicial, su primer cliente fue Coca-Cola, con quién armó una campaña de reciclado de botellas PET. Organizaron talleres para escuelas e hicieron donaciones a ONGs. Sajoux, además, trabaja en un proyecto de basura cero para empresas. “Apuntamos a compañías grandes y Gobierno porque son proyectos de escala”, destaca el entrepreneur, quien certificó como Empresa B.
Por su parte, Arbusta brinda servicios tecnológicos de impacto al mundo corporativo. Dice ser la la primera empresa social de impact outsourcing de América latina. Ofrece servicios de moderación de contenidos, taggeo de fotos, manejo de redes sociales, transcripción de audio a texto, digitalización de contenidos y testing manual de software.
“Unimos dos oportunidades latentes: el sector corporativo que, cada vez, terceriza más los servicios digitales y la generación de trabajo para personas que no tienen posibilidad de acceder a empleo por los prejuicios que existen respecto del lugar en el que viven”, cuenta Luis Cardoso Ayala, socio, junto a Federico Seineldin, de Njambre (que invirtió US$ 12.000 en el proyecto), y a Anaclara Dalla Valle.
Empezaron en abril, tienen siete clientes y emplean a 10 personas. Para Cardoso Ayala, crear una empresa social es un desafío: “Gestionar la doble dimensión social y económica obliga a operar con lógicas diferentes”.
Fuente: Revista Apertura / Por Cecilia Valleboni / Fotos: Apertura.com
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