Por Lucas Raspall
El denominado “Blue Whale”, que en español significa “Ballena azul”, es un peligroso juego que circula por redes sociales. Es un juego donde chicos jóvenes son invitados a realizar pruebas riesgosas a las 4:20 de la madrugada guiados por un tutor. Algunos “desafíos” obligan a los chicos despertarse de madrugada a mirar videos de terror, cortarse el brazo con una navaja o acercarse al borde de un precipicio. La última demostración que deben hacer consiste en suicidarse al saltar desde un balcón.
Ante la aparición de este extraño fenómeno, el psiquiatra Lucas Raspall, en una nueva columna de Un Juguete Llamado Mente desentramó las perversidades del “juego”, la vulnerabilidad de los participantes y las posibilidades de intervenir para evitar males mayores.
“Siempre existen en este tipo de juego dos personas: una fuerte, dominante, carismático y líder que impondrá una idea (que puede ser delirante) y una segunda persona que consume el juego”.
En éste último caso Raspall explica que los adolescentes tienen “casi todas las condiciones necesarias para comprar el producto: personas vulnerables, adolescente con trasfondo de tristeza, angustia, desesperanza que sabe que entra a un juego que pierde el valor de la vida”.
El especialista explica que la curiosidad es una de las características del adolescente, pero que hace que entre y salga. “Si se queda, ya hay otras cuestiones”, indica, en referencia a quienes ingresan en estos nuevos mundos.
Otro punto es el sentido de identificación. La necesidad de pertenecer. “Al adolescente que está vacío de sentido y fuera de todo lugar, esto le da un lugar. Y a veces, ese lugar es más importante que la propia vida”.
Por otro lado, hay un elemento sobresaliente en este tipo de adolescentes y es “que tienen que ser un poco sugestionables”, indica Raspall y lo justifica diciendo que “frente a una cabeza dominante tiene que haber una cabeza pasiva que trague sin masticar”.
Finalmente, Raspall se refirió a la importancia de la presencia de los padres y adultos a la hora de acompañar y escuchar a los chicos que comunican – o intentan comunicar- lo que están haciendo o dejando de hacer.
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