Por Jorgelina de la Torre y Mina Domínguez
Las tragedias nos enfrentan a tristezas infinitas, dolores quizás eternos que dan sombra en las páginas de nuestros recuerdos. Nos debilitan, nos vulneran lo más profundo, nos tientan a bajar los brazos y así cientos de corazones desgarrados, miles, dejaríamos de latir producto del abatimiento.
Sin embargo, muy de a poco, el tiempo con la ayuda de muchos aliados pone un bálsamo que nos permite siquiera vivir. Más como en toda operación a corazón abierto, mientras el músculo se arregla, una máquina no permite que el resto del cuerpo decaiga. Y qué felicidad cuando la máquina funciona y funciona extraordinariamente. Emocionante y alentador fue ver a la ciudadanía rosarina unida con la sola finalidad de sumar, cada uno lo suyo, para paliar la tragedia ajena: la ciudad de La Plata bajo el agua.
Desde niños hasta abuelos. Desde pobres hasta ricos. Y de repente desapareció la brecha, por un momento éramos todos iguales, cuánta paz. Ni un sí ni un no, risas y frases de ánimo, qué más. Sin banderas partidarias, ¿a quién le importaban? Mientras algunos tantos se peleaban por la tele, en El Hogar trabajábamos con Cáritas, Banco de Alimentos, Red Solidaria y la cosa se movía más que bien, la máquina estaba perfecta y la “sangre” llegaba a todos lados.
Es por esto, y aunque ésta tuvo que detenerse para poder hacer una nueva evaluación del desastre, que nosotros nos quedamos con la mejor imagen de Rosario -la gente trabajando en red, hermanada- y el domingo 28 de abril en el Monumento a la Bandera volveremos a poner en funcionamiento la máquina -¡no nos falles!- para seguir curando corazones en el Día Global del Voluntariado Juvenil. Juntos vimos que podemos mucho. Solos, escasamente poco.
Desde la criticada GUM, que no sólo cuidó el operativo sino que además los muchachos cargaron bolsas en los camiones a nuestra par, hasta los Bomberos Voluntarios, pasando por los motoqueros de la ciudad, Italgas, Flecha Log, El Aguilucho, San Roque, San José, Rosario Logística, la escuela Gabriela Mistral, Telecom, la comuna de Zavalla, Pack Group, Radio Continental, Asociación Israelita, Agricultores Federados Argentinos, Huapi, Sólido, Lader, Hotel Plaza Real, City Center, Ros Tower, Subcomisión de Rugby del Jockey Club, Club Caova, Central y Ñuls, Ñuls y Central, el Sindicato de Recolectores de Basura, La Sybila, Far One, Wingu, Movistar, la Pastoral Universitaria, Manos a la Obra, Oajnu, Fundación Camino, Red Solidaria Argentina y tantas otras agrupaciones y empresas que ni siquiera tuvimos tiempo de conocer quiénes eran, estaba la ciudad entera. Tantas gracias hay que dar que sería imposible hacerlo al detalle en este pedacito de papel.
Igual aquí, en estas palabras, van por miles para todos, sin olvidar a los medios tradicionales y a los pequeños de la zona, a los periodistas que apoyaron a título personal la movida, más allá de realizar su trabajo de intermediar con el ciudadano común contándole lo que estaba pasando. Hoy y cada día gracias, porque lo rápido del día a día no deja mirarnos con detenimiento, no deja tal vez sacar lo mejor de nosotros, pero ahí está, latente. Y aunque las tragedias nos enfrentan a tristezas infinitas y nos muestran el cartel de stop con violencia, paradójica y afortunadamente cuando estamos cayendo, del horror brota el sentimiento más puro de amor y solidaridad, los únicos combustibles capaces de mover nuestra inmensa máquina.
(*) Las autoras son integrantes de la oenege Rosario Solidaria.
Texto publicado en Carta de Lectores del diario La Capital el 19/04/2013.
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