Se cuadruplicó el turismo en estancias y cabañas rurales
Entre los años 2015 y 2018 aumentó de 5.600 a más 22.000 la cantidad de visitantes. Una actividad económica que puede complementar los ingresos del campo y generar más recursos en los pueblos del interior argentino.
El turismo rural puede ayudar a mantener una mirada fresca a las atribuladas vidas de los habitantes urbanos. Y también aportar una alternativa económica complementaria al modelo agrario establecido, por lo que ya se lo considera un instrumento innovador y de encadenamiento productivo de la nueva ruralidad. Los receptores de este turismo son quienes buscan disfrutar del campo, los paisajes, la naturaleza y a su vez reciben las ofertas de productos locales artesanales, generalmente interesados en tomar contacto con el propio productor.
En Latinoamérica sigilosamente se empezó a trabajar esta modalidad de turismo hace ya más de tres décadas, siendo diferentes los productos turísticos, por la variedad regional, y con características muy diversas en cada paisaje. Grandes cascos de estancias, cabañas, viviendas rurales recicladas para experiencia de grupos familiares o de amigos, hasta alojamientos en pequeños pueblos.
En Argentina, el ofrecimiento tanto en casas de campo, hostales, hoteles de campo, y cabañas se triplicó entre 2015 y 2016; la llegada de huéspedes se cuadruplicó de 5.600 en 2015, a 22.300 en 2018, desarrollando y generando una cadena de valor en distintas regiones.
Pero no solamente los turistas rurales se ven beneficiados. El mercado agrario -sobre todo en pequeñas comunidades, que venía en baja-, encuentra un nuevo producto para el mantenimiento de sus bienes ambientales, patrimoniales y culturales. Estamos ante una actividad productiva y expansiva que complementa la crisis agraria tradicional y una estrategia para el desarrollo de economías regionales, aportando a la empresa familiar y el trabajo colectivo o comunitario.
Fuente: Especial Clarín Rural.
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